Nuestros hábitos digitales tienen un costo ambiental oculto. Con el 4% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en 2023, la industria digital ya es peor que el transporte aéreo. Y no mejorará pronto, ya que nuestro uso está creciendo rápidamente.
Desde un punto de vista puramente material, hay que incluir la fabricación y uso de equipos de red, que contribuyen en gran medida a esta huella de carbono, pero también nuestros hábitos de uso de Internet. La huella ecológica de todos nuestros correos electrónicos equivale a la de 7 millones de automóviles adicionales en las carreteras (fuente: CapGemini Reino Unido 2021). ¿Qué pasa con la transmisión de video y los futuros proyectos de metaverso?
Estamos en los albores de una nueva conciencia ecológica. Actuar por el clima requiere que reconsideremos colectivamente nuestros hábitos digitales.
Sin embargo, pasar de la conciencia a la acción es mucho más complicado con lo digital que con el transporte o la climatización de edificios, porque los datos digitales son inherentemente intangibles. Nuestras suscripciones a contenidos en línea no reflejan en absoluto este coste medioambiental. Peor aún, los proveedores de servicios de Internet y los editores digitales anuncian ofertas "ilimitadas" y colocan contenido en "nubes", transmitiendo así la idea de que los datos no pesan ni valen nada.
Esta animación hace tangibles los datos intangibles, con la esperanza de crear conciencia sobre el impacto muy real que nuestra vida digital tiene en nuestro medio ambiente.